A veces el más afectado es uno mismo
Hace unos días escuché algo que me hizo pensar en cómo nuestros actos a veces se nos regresan, y nos afectan más a nosotros mismos que lo que podrían afectar a quienes nos dirigimos:
De lo que se estaba hablando, era de la envidia.
Una cosa es tener aspiraciones, o incluso ambiciones en nuestra vida. Nos trazamos una meta en la cabeza y queremos llegar a ella, creando planes y caminos para poderlo lograr.
Pero otra es muy diferente, es crear sentimientos de envidia hacia aquellos que ya han obtenido buenas cosas en su carrera profesional o personal, y verlos con sentimientos negativos.
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Sin duda, la envidia afecta mucho más al envidioso, que a aquél que es blanco de la envidia.
El pensar en esa otra persona deseando que lo que tiene no lo debería tener, lo único que hace es quitarnos tiempo y energía valiosos que deberíamos mejor aprovechar en crear formas de poder llegar a esas metas que añoramos.
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Cada uno de nosotros tiene caminos distintos, que muchas veces no son comparables con los de otras personas, al tratar nosotros de llegar a obtener lo que esas personas ya tienen.
Es mucho mejor concentrarnos en seguir nuestro propio camino, poner nuestros propios objetivos y no aflojar hasta que los podamos conseguir. Sin enfocarnos en lo que otras personas logran o dejan de lograr en sus propias trayectorias.
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