Sufrí una “tragedia” hace unos días… se me cayó mi celular y la apareció una línea vertical totalmente iluminada, que me impedía ver el lado derecho de la pantalla. Algo así como traer mi propio sable de luz portátil en mi aparato telefónico. (Afortunadamente no quedó como el de la foto que puse aquí arriba, pero sí se hacía muy complicado poderlo utilizar).
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Por fortuna, lo pude estar utilizando en lo que me hacía a la idea de tenerlo que llevar a la tienda de reparación de celulares.
Me sentía algo frustrado por varias razones, pero principalmente por dos de ellas:
Iba a perder tiempo valioso en tener que llevarlo y esperar a que me lo entregaran.
Tenía que gastar dinero que obviamente no tenía presupuestado (es buena idea tener ahorros de emergencia para este tipo de casos, ¡pero no deja de doler!).
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¿Y cómo fue el “accidente”?
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Como la mayoría de los accidentes, fue algo sumamente tonto… Tenía mi celular en la bolsa izquierda, tenía puesto un short porque acababa de hacer ejercicio y me senté… Mientras estaba escribiendo algo en el teclado de mi computadora, sentí cómo se iba resbalando lenta pero irremediablemente el celular hacia afuera de la bolsa… cayó de una altura no mayor a 45cm, pero como el celular cayó y golpeó en la esquina, ahí es donde se sufrió el daño en la pantalla.
Cabe señalar que no me gustaba ponerle protección al celular para no hacerlo más voluminoso ya que lo utilizo en la bolsa del pantalón, y ahí fue el segundo error… quizás si lo hubiera tenido protegido no hubiera sufrido gran daño, o ni siquiera se hubiera resbalado de la bolsa de mi short.
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El caso es que el ya muy nombrado celular se dañó y no había forma de retroceder el tiempo para evitar los errores cometidos.
Un par de días después de la caída, fui a la tienda de reparación de celulares donde más de alguna vez he llevado algún aparato a cambiarle la pila, o arreglar algún botón.
Me preparé mentalmente para invertirle tiempo y dinero al celular, y pues ni hablar… así nos pasa en la vida, algún contratiempo que se debe resolver y ya está.
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Obviamente, una vez que me lo arreglaron le puse una carcaza protectora, para tratar de evitar futuros accidentes (ahogado el niño, a tapar el pozo como se dice).
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Esto que me sucedió me llevó a pensar: ¿por qué supe inmediatamente con quién acudir una vez que se me cayó el celular?
Simple: acudí a ellos porque los conocía, ya había incluso tenido oportunidad de experimentar sus servicios, y he tenido buenas experiencias.
Siempre hay una primera vez que un cliente desea o necesita probar el servicio de una empresa, y es ahí una oportunidad que las exposiciones dan a las marcas para que sus prospectos conozcan el producto o servicio que brindan, e incluso puedan experimentar con él para que puedan probarlo.
De esta manera, puedes comenzar a crear una relación con los clientes, y que así como pasó conmigo, puedan recordar tu producto o servicio de inmediato cuando tengan la necesidad.
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