No por ser tecnológicamente deslumbrante, es cierto
Te voy a platicar de un caso que sucedió hace unos meses en Estados Unidos, en el llamado “ecosistema emprendedor” de Silicon Valley.
Este caso se trata de una mujer llamada Elizabeth Holmes, quien fundó una empresa de tecnología médica llamada Theranos.
Su oferta de valor era sumamente interesante en teoría:
Dijo que estaban desarrollando una máquina que a partir de una muestra de sangre, podría detectar cualquier tipo de enfermedad que la persona tiene y que la persona podría adquirir a futuro. Esto es, que con una gota de sangre o un poco más, tendríamos la posibilidad de pronosticar el tipo de tratamientos preventivos que deberíamos de seguir para evitar contraer ciertas enfermedades a futuro, o con tratamientos correctivos podríamos resolver problemas actuales al ser detectados con un solo examen.
Esto sonaba como una gran solución en la medicina moderna. Iba a ser uno de los avances más importantes del siglo en la materia.
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Elizabeth tenía una manera muy particular de compartir sus ideas.
Es uno de esos ejemplos de gente con gran personalidad, con una habilidad de convencimiento muy grande, tal como cuando pensamos en lo que hizo Adam Newman de WeWork, o Steve Jobs de Apple.
Elizabeth tuvo acceso a múltiples fondos de inversión importantes, que normalmente buscan invertir en empresas cuyo futuro se ve prometedor. En cada empresa que ellos invierten, pretenden que tengan el potencial de regresarles diez, veinte, o más veces el dinero que ellos les dan.
Sobre todo hace unos años, antes del 2022, había un gran apetito por parte de los fondos de inversión por encontrar emprendedores destacados, que tuvieran el potencial de acaparar un mercado… independientemente de demostrar que eran redituables o de que pudieran generar utilidades.
Elizabeth convenció a los principales fondos en el mundo de que invirtieran en ella y en su empresa Theranos, y conforme hubo fondos que invertían en ella, otros más seguían a los líderes y le seguían inyectando dinero. Ella los convenció de que tenía la tecnología capaz de cumplir con su promesa de valor.
¿Y qué fue lo que sucedió?
Desgraciadamente todo era una mentira…
Las pruebas que ella mostraba eran falsas, no era realidad que su producto pudiera cumplir con lo que estaba prometiendo.
A final de cuentas, ella terminó en la cárcel cuando se descubrió esta situación, y se unió a una fila de personas que con tal de ganar ese juego peligroso del crecimiento exponencial, llegan a un camino erróneo en el que su principal preocupación es acaparar inversión a toda costa, sin importar las consecuencias.
Sin duda, ahora estamos en una época diferente.
Los fondos de inversión que están buscando dónde colocar sus recursos, ahora se fijan en cosas que antes no le daban tanta importancia. Ya no les preocupa tanto la velocidad de crecimiento, sino llegar pronto al punto de equilibrio y crecer sanamente. Sí en forma acelerada, pero no con tanto apetito como antes.
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