Lo difícil de romper las estructuras establecidas
Desde que surgió la plataforma de UBER, cada vez que fue llegando a diferentes países, se encontró con resistencias de las estructuras establecidas ya por décadas: los taxis o la versión similar que opera en cada país, normalmente con un permiso de gobierno para operar por concesión, como parte del transporte público.
Estas organizaciones ya contaban con una plataforma establecida, operando prácticamente como monopolio en cada ciudad. Y lo que pasa con un buen monopolio: el servicio al cliente final y los precios otorgados no son lo mejor para el mercado. Normalmente eran precios elevados y mal servicio.
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Un ejemplo de lo poderosas que eran estas estructuras sucedía en Nueva York: antes de UBER, el costo por obtener unas placas o un permiso para operar como Taxi costaban incluso cientos de miles de dólares, con el correspondiente traslado de esos costos al cliente final.
Al llegar UBER, se desplomaron los precios y con ello el poderío que se tenía con los taxistas. UBER encontró la manera de poder operar: es un contrato privado entre particulares, por lo que no necesita una concesión.
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En cada país UBER y las otras plataformas similares que han surgido, se han enfrentado con muchos problemas: desde organizaciones sindicales hasta los mismos gobiernos.
En muchos casos han podido negociar su operación, adecuándose a lo que solicitan las leyes y sobre todo, debiendo pagar impuestos que cada gobierno les imponga.
Este asunto parece que no termina a pesar de que han pasado años desde que comenzaron a operar. El caso problemático más reciente se vivió hace unos días en Cancún, destino turístico del Caribe mexicano.
En esa ciudad apenas se dio permiso por parte del Poder Judicial para que UBER pudiera operar. Y en los primeros días ha sido un caos por parte de las reclamaciones y manifestaciones de taxistas.
Lo más triste de todo es que los más afectados han sido los turistas: hemos visto escenas en redes sociales donde personas extranjeras son bajadas a fuerza del vehículo de UBER que toman, obligándolos a subir a un taxi que ellos no eligieron tomar.
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¿Por qué en vez de que los taxistas se organicen para dar un mejor servicio y competir por darle una mejor experiencia al turista, deciden por querer retener su mercado a la fuerza?
Lo único que están haciendo es poco a poco matar a la “gallina de los huevos de oro” que tienen en ese maravilloso destino… para cuando se den cuenta, no habrá turistas por pelearse para que sean sus clientes. Todos esos turistas que tuvieron tan mala experiencia, difícilmente regresarán a Cancún.
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