¿En qué momento es bueno retirarse?
Hace unas semanas vivimos el retiro definitivo de uno de los deportistas más importantes de nuestra historia moderna: Roger Federer, uno de los mejores tenistas de todos los tiempos.
Y antes de él, Serena Williams, otra de las mejores tenistas de toda la historia del deporte, también dejó la raqueta a un lado para comenzarse a dedicar a otras cosas (entre ellas, ser inversionista de Venture Capital, por cierto).
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Para estas personas, al estar en un punto tan importante en sus carreras, debe ser muy difícil poder detectar el momento de retirarse. Toda su vida se han dedicado a entrenar, a llevar una rutina muy marcada día tras día, por lo que decidirse entrar a una etapa totalmente desconocida para ellos, es un paso muy difícil de tomar.
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Tenemos también el caso de deportistas que quizás llegan al punto en el que sí desean retirarse, pero las circunstancias que los rodean no les permiten hacerlo.
Recuerdo por ejemplo a Julio César Chávez, uno de los boxeadores más importantes de la historia en México.
Muchos recordamos cómo después de una gran racha de victorias, y malos manejos económicos por parte de la gente que lo representaba, así como por él mismo, provocó que su carrera deportiva tuviera que extenderse mucho más de lo que quizás hubiéramos pensado.
Los últimos años de su carrera, tuvieron que organizar peleas para poder obtener dinero para solventar los problemas de su pasado, en un momento en el que su capacidad física ya no era la ideal para seguir peleando. Sin duda estuvo arriesgando su salud con tal de poder ingresar ese dinero que necesitaba.
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¿Y estas experiencias qué tienen que ver con nosotros, quienes no somos deportistas de alto rendimiento?
A mí me deja varias reflexiones:
Lo importante que es estar conscientes de las diferentes etapas que tenemos. En los deportistas está muy marcado, y en otras profesiones aunque tenemos más años para estar “vigentes”, también debemos saber que tarde o temprano deberemos ajustarnos a nuestra propia realidad.
Retirarse no siempre quiere decir abandonar cualquier tipo de actividad profesional. Podemos estar abiertos a nuevas actividades que nos sirvan en nuestro desarrollo profesional, y que complementen lo que actualmente hacemos (o quizás, incluso lo sustituyan en algún momento).
Debemos prepararnos financieramente para que cuando estemos con ganas de cambiar de actividad profesional, tengamos un colchón para experimentar y tomar las mejores decisiones posibles sin una presión tan fuerte por cumplir con nuestro ritmo de vida actual.
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