El caballo en la oficina del director
Hay gente para quien la escuela simplemente no es lo suyo.
Quiero que recuerdes tu etapa escolar de niño… Primaria o quizás hasta secundaria.
Seguramente recuerdas a niños que no estaban cómodos en el salón, se la pasaban distraídos, no ponían atención en clase a los maestros, preferían estar platicando con otros compañeros, no querían hacer tareas, y lo único que querían hacer mientras estaban en la escuela, era jugar.
Y si no recuerdas a alguien así… quizás fue porque tú eras ese niño.
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Hay muchos factores a los cuales podríamos atribuir este problema, pero el más significativo era que la educación se daba de la misma manera para todos los niños, en grupos de 40 o 50, sin distinción de habilidades o capacidades de cada uno.
A todos se nos metía en “el mismo costal”, y debíamos aprender exactamente de la misma manera… No se sabía nada de las diferentes capacidades que cada uno de nosotros tenía. Simplemente debíamos sujetarnos a un mismo método de estudio: con el maestro al frente, los alumnos tomando apuntes, nos dejaban tareas que había que completar, estudiábamos para los exámenes y con eso se nos evaluaba.
Sin embargo, y como te comenté al inicio, había niños que no podían sujetarse a estos métodos, y en verdad que sufrían la estancia en la escuela.
Ahora ya conocemos términos como el TOC (trastorno obsesivo compulsivo), o el déficit de atención, u otras características que tienen algunos niños, cuyo diagnóstico correcto ayuda a los maestros y padres de familia a atenderlos de forma más personalizada, ayudando a que el aprendizaje sea mucho mejor.
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Con este contexto, quiero platicarte lo que el comediante Oscar Burgos, de Monterrey, platicó con Roberto Martínez en su podcast CREATIVO:
Oscar comentó que él era uno de esos niños que no se encontraban a gusto en la escuela.
Le aburría…
No podía aguantar a salir lo antes posible, porque no sabía cómo disfrutar de la escuela. Simplemente lo tomaba como una carga.
Y justo en ese “aburrimiento” , en épocas en las que no existían los celulares ni tabletas, un niño aburrido inventaba cosas… a veces demasiado atrevidas.
Oscar contó que cuando estaba en los primeros años de secundaria, le aburría mucho la escuela. Y un día, en un campo de entrenamiento de caballos que estaba al lado de su escuela, fue y con una persona que conocía, le pidió prestado un caballo.
Cuál fue la sorpresa de todos (y sobre todo del director), cuando al llegar a la oficina, había un caballo dentro de ella, desatando la risa de Oscar y sus amigos.
Pudo haber sido divertido en ese momento. pero no terminó muy bien que digamos, al menos para Oscar Burgos. Después de ese episodio, lo corrieron de la escuela, una de tantas que tuvo que recorrer en su infancia y juventud.
Pero la anécdota, ahí quedó, eso sí.
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