Buena suerte... Mala suerte... Quién sabe...
En el libro “Poder Personal” de Horacio Marchand, se menciona una historia antigua de origen chino, que a su vez lo tomó del libro de Fábulas Antiguas de China, escrito por Wei Jinzhi.
Aquí te presento el cuento, con un poco menos de detalle que en su versión original:
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En esta historia, se habla de un anciano labrador, viudo y muy pobre, que vivía en una aldea también muy pobre a su vez.
Un día, un caballo salvaje joven y fuerte, llegó a buscar comida en la aldea, llegando al establo del anciano labrador. Al verlo, el hijo de este anciano decidió poner la madera en la puerta para impedir su salida.
La noticia corrió en el pueblo y los vecinos fueron a felicitar al anciano y a su hijo, debido al impresionante animal que habían capturado. Cuando los vecinos se acercaron al anciano, él les replicó: “¿Buena suerte?, ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”, y ellos no entendieron la actitud.
Al día siguiente, cuando el caballo había saciado su hambre y sed, saltó la valla de un brinco y se perdió en las montañas. Los vecinos llegaron con el anciano a lamentar esta pérdida, y él les replicó: “¿Buena suerte?, ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y volvieron a no entender el comentario.
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Unos días después, el caballo regresó pero no lo hizo solo: ¡trajo consigo a una manada inmensa al establo! Más de cuarenta ejemplares siguieron al corcel. ¡Los vecinos no lo podían creer! De la noche a la mañana el anciano labrador se había hecho rico de una forma por demás inesperada. Al felicitarlo, el anciano comentó: “¿Buena suerte?, ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!” Ahora sí pensaron que el anciano estaba loco.
Al día siguiente, el hijo del anciano pensó en amaestrar al caballo líder, aquel que había llevado al establo a toda la manada. Si lo hiciera, ningún otro caballo querría escapar nunca.
Sin embargo, al tratar de hacerlo, el caballo lo pateó en repetidas ocasiones, haciendo que se le rompieran huesos de brazos, piernas, pies y manos, aunque salvó la vida. Al comentar esto los vecinos con el anciano, él volvió a decir: “¿Buena suerte?, ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”.
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Unas semanas más tarde, el ejército entró en el pueblo y fueron reclutados para la guerra todos los jóvenes que estaban en condiciones saludables. El hijo del anciano estaba en tan mal estado aún, que lo dejaron tranquilo y siguieron su camino. Los vecinos fueron con el anciano a felicitarlo por no haber tenido que ver partir a su hijo a un lugar donde no era seguro que regresaría… y ¿qué contestó el anciano? “¿Buena suerte?, ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”.
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Esta antigua historia me hizo pensar en que muchas veces, a pesar de todo lo que trabajamos, existen circunstancias en la vida que salen de nuestro control, e incluso pueden resultar totalmente al contrario de lo que nos esperamos, para bien o para mal.
No podemos controlar en muchas ocasiones lo que nos pasa, pero podemos controlar lo que hacemos con lo que nos pasa.
Ojalá que este año que ya casi termina, nos sirva para reflexionar todo lo que podremos hacer con lo que nos pase en 2023.
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